Aun recuerdo cuando tus dedos
impacientes jugaban con los botones
de mi pecho, provocando un estallido
de humedad en ese lugar cálido
y ardiente de mi intimidad.
Y cuando las palomas de tus manos
inquietas descendían al jardín
del deseo, buscando tu boca beber
la miel de ese pequeño océano
donde se perdían tus labios.
Y tu lengua inquieta hasta ahogar
la fuerza de tu interior,
naufragando en oleadas de placer
y gemidos de pasión, muriendo
poco a poco, piel a piel.
En el eterno abrazo del amor…
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